viernes, 23 de julio de 2010

El retrato de Dorian Gray

A los catorce años me encontraba en plena crisis literaria. Tenía la sensación de haber leído ya lo mejor que el mundo podía ofrecerme, los libros que últimamente llegaban a mis manos no lograban captar suficientemente mi atención. En el colegio no ayudaban demasiado, ya que seguían mandándonos como lectura obligatoria libros de El barco de vapor y similares. Para alguien que como yo ya había superado el nivel más alto de estas colecciones a la edad de nueve años, era de lo más desconcertante. Para más inri, mis propios profesores, si bien alababan mucho a los clásicos de la literatura que estudiábamos en clase, nos recomendaban no leerlos aún, ya que los consideraban demasiado complejos y elaborados para nosotros.

A mi padre siempre le ha gustado leer, por lo que desde que tengo memoria en casa he podido gozar de una amplia biblioteca. Me encantaba (y me encanta) pasar la vista por los distintos volúmenes, leyendo sus títulos y estudiando el material y adornos del lomo, buscando algo que despierte mi interés.

Fue en una de esas tardes de ocio cuando mis ojos se posaron en un título y un nombre en los que hasta entonces no me había fijado y que me resultaron de lo más atractivo: De profundis, de Oscar Wilde. Pensé que alguien con tan buen nombre (y que tan bien elegía el de sus obras) debía de tener muchas cosas interesantes que contarnos. Inmediatamente devoré el libro. Podría decirse que me enamoré del estilo de este hombre. Y, por supuesto, quise leer más.
Oscar Wilde


Poco a poco fui descubriendo sus bellísimos cuentos. O mejor dicho, redescubriendo. Ya conocía varios de ellos, como El gigante egoísta o El príncipe feliz, pero por adaptaciones infantiles en las que se pierde gran parte del genio del autor.

Finalmente conseguí hacerme con el título que más ansiaba: El retrato de Dorian Gray ¿El origen de tanto interés? Ya conocía la historia, antes de conocer a Wilde, pero una vez más lo que verdaderamente llamaba mi atención era el propio título y el nombre del protagonista. Me parecía el nombre más “encantador” del mundo. Por este motivo, no pude sino sonreírme cada vez que en el propio libro se mencionan las cínicas aunque siempre interesantes teorías de Lord Henry Wotton acerca de la belleza, especialmente en el pasaje en el que habla sobre los nombres y lo perfecto que le parece el de Dorian Gray.


Portada de la primera edición de la novela


Según había oído, la historia trataba sobre un joven que realiza un pacto con el diablo mediante el cual pierde su alma a cambio de permanecer eternamente joven, siendo un retrato suyo el que sufra el paso del tiempo. Como el propio Wilde dijo: “en la primera novela de cada autor el personaje principal debe ser o Cristo o el Fausto". A pesar del paralelismo entre Fausto y El retrato de Dorian Gray, Wilde le ha sabido dar una nueva forma, creando algo completamente nuevo y tan inmortal como el protagonista.

Un Fausto (Dorian Gray) narcisista y vicioso en grado sumo, consciente de sus propios pecados y atormentado por ellos pero paradójicamente sin intención de redimirse; una Margarita (Sybil Vane) ingenua e inocente que a pesar de su brevísima intervención es imposible de olvidar; y un hedonista, cínico e hipócrita aunque carismático Mefistófeles (Lord Henry Wotton), esta vez de origen humano pero con una influencia demoníaca en los demás, junto con el propio autor (Basil Hallward) completan el cuadro de personajes principales de esta novela gótica de carácter decadentista e intención moralista en la que no solo se realiza un estudio pesimista de la burguesía decimonónica, sino también sobre la decadencia y la corrupción humana, representadas en el cambiante cuadro que no muestra solo el paso del tiempo, sino la degradación del alma del retratado.

Quizás no haya sido del todo sabio comenzar con un libro al que sencillamente no soy capaz de encontrarle defectos. Como ya he dicho, adoro la forma de escribir Wilde, tan irónico y cínico a la vez que elegante y minucioso. Además, me encantan tanto la trama como el mensaje que quería transmitir con esta obra. Los personajes, aunque llenos a rebosar de defectos (en especial el propio Dorian), son psicológicamente interesantísimos. Además, es un libro que invita a la reflexión no solo sobre la pureza y corrupción del alma, el disfrute de la vida y las malas influencias, sino también (y es lo que más interesante me pareció) sobre lo que nos mueve a actuar de una determinada forma, ya sea para hacer el bien o el mal, dado que podemos realizar una mala acción de manera no intencionada y una buena acción por pura vanidad. Qué acciones llevamos a cabo verdaderamente de corazón y qué huella imborrable dejan en nuestra alma.

Por cierto... ¿alguien sabe exactamente por qué se hace alusión a Dorian Gray en la canción Moriría por vos de Amaral?

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