Alguna que otra vez me han dicho que releer un libro es encontrarse con un viejo amigo, un querido camarada al que no importa cuántos años pasen sin verlo, el reencuentro siempre será motivo de alegría.
Está claro que esto no siempre ocurre, no todos los libros invitan a una relectura aun cuando disfrutamos de la primera. Pero creo que puedo afirmar que El fantasma de la ópera es para mí mi queridísimo amigo del que pensé que ya lo sabía todo y que sin embargo sigue sorprendiéndome.
Hace ya bastante tiempo que lo leí por primera vez y este verano, movida por la nostalgia, volví a hacerlo. Aunque quería rememorar los sentimientos que desató la primera lectura, estaba segura de que por mucho tiempo que hubiese transcurrido, el Fantasma ya no podría volver a hacerme sentir lo mismo que la primera vez. Ya sabía de antemano lo que iba a suceder, estaba preparada para todo. Me equivoqué.
El argumento de la obra es bien conocido: A finales del siglo XIX, un misterioso hombre tiene atemorizado al personal de la ópera de París. Es el Fantasma, responsable de diversas amenazas y asesinatos llevados a cabo en el edificio… Tras su gran debut, la joven soprano Christine Daaé se reencuentra con un amigo de la infancia, el vizconde Raoul de Chagny. Ambos jóvenes están profundamente enamorados, pero eso es algo que incomoda intensamente al tutor de Christine, el Ángel de la Música…
El libro ha tenido numerosas adaptaciones al cine y al teatro.
Una de las más famosas es el musical de Andrew Lloyd Webber
Aunando misterio, terror y romance, la novela está escrita a modo de investigación periodística. El autor, Gaston Leroux asume el papel de investigador interesado en los extraños acontecimientos sucedidos hace años en la ópera, de modo que dice reunir diversos datos provenientes de distintos archivos policiales o las memorias de los antiguos directores del edificio, así como entrevistas en primera persona a personajes que participaron en la historia. De esta manera, consigue involucrar más al público haciéndole creer aunque sea por un momento que la historia es completamente real.
Quizás el estilo narrativo no sea el más elegante ni el más cuidado. De hecho siempre me pareció que quedan algunos cabos sueltos (como el caso del imperdible) o aparecen personajes de manera un tanto forzada (como el matador de ratas). Sin embargo, considero que nadie debería morir sin haber disfrutado de esta novela. No es absolutamente perfecta, pero la sensibilidad y capacidad para transmitir emociones de Leroux la hacen una pieza fundamental en la historia de la literatura.
La dulzura e inocencia del alma de Christine, capaz de ver más allá de lo que los ojos ven, de sobreponerse al más grande de los miedos y de sacrificar su propia felicidad por amor y compasión me conmovió profundamente, del mismo modo que la abnegación y buen corazón de El Persa. Los celos de Raoul, aunque en ocasiones difíciles de soportar, lo hacían parecer de lo más tierno y, como él, ¿quién no ha sentido en la oscuridad del dormitorio el miedo de que unos ojos de brasa te observen con no muy buenas intenciones? Reconozco que este sencillo pasaje me hizo pasar una mala noche.
Pero sin duda mi personaje favorito ha sido Erik. Podríamos considerarlo no más que un vulgar criminal, un asesino y extorsionador, un demente acosador que juega con los sentimientos de una muchacha para que renuncie a todo y así poseerla… ¿Por qué es imposible de odiar?
Erik no es un vulgar villano. Es una criatura infeliz que busca desesperadamente una única cosa, algo que le fue cruelmente arrebatado el mismo día en que nació: la capacidad de ser amado. Despreciado por todos por su desagradable apariencia, Erik ha aprendido a desconfiar del resto de seres humanos. Sabe que no puede acercarse a ellos, pues lo rechazan, todos sienten repulsión y asco hacia él. Solo ha podido vivir para sí mismo, nunca ha tenido a nadie más. Y, sin embargo, él no lo ha querido así. Solo aspiraba a tener una vida normal, en la que pudiese amar y ser amado. Por eso, cuando cree poder alcanzar esta felicidad soñada, se obsesiona hasta el punto de enloquecer y no duda en hacer lo que haga falta por conseguir su meta, no importa cuántos tenga que sufrir por ello… Salvo si eso incluye la desgracia de su amada.
Porque Erik, bajo su desagradable apariencia y su superficial maldad, esconde un tierno corazón que solo necesita un poco de cariño y por el que solo podemos sino sentir unas sinceras compasión y piedad.
No puedo terminar sin mencionar la música, gran inspiradora de esta obra. No se trata de un simple elemento decorativo, la música juega un papel esencial en la novela. No solo la mención de insignes obras como Fausto de Charles Gounod, sino más bien lo que la música supone como arte. He disfrutado enormemente las comparaciones entre la Carlotta, una gran diva capaz de interpretar a la perfección las más maravillosas piezas pero incapaz de representar adecuadamente a los personajes, y Christine, sin tanta experiencia pero más capacitada para dar vida a la música. Pues ésta no es solo la combinación de sonidos y silencios, sino también un pedazo del alma del artista.