viernes, 20 de agosto de 2010

El fantasma de la ópera

Alguna que otra vez me han dicho que releer un libro es encontrarse con un viejo amigo, un querido camarada al que no importa cuántos años pasen sin verlo, el reencuentro siempre será motivo de alegría.

Está claro que esto no siempre ocurre, no todos los libros invitan a una relectura aun cuando disfrutamos de la primera. Pero creo que puedo afirmar que El fantasma de la ópera es para mí mi queridísimo amigo del que pensé que ya lo sabía todo y que sin embargo sigue sorprendiéndome.

Hace ya bastante tiempo que lo leí por primera vez y este verano, movida por la nostalgia, volví a hacerlo. Aunque quería rememorar los sentimientos que desató la primera lectura, estaba segura de que por mucho tiempo que hubiese transcurrido, el Fantasma ya no podría volver a hacerme sentir lo mismo que la primera vez. Ya sabía de antemano lo que iba a suceder, estaba preparada para todo. Me equivoqué.

El argumento de la obra es bien conocido: A finales del siglo XIX, un misterioso hombre tiene atemorizado al personal de la ópera de París. Es el Fantasma, responsable de diversas amenazas y asesinatos llevados a cabo en el edificio… Tras su gran debut, la joven soprano Christine Daaé se reencuentra con un amigo de la infancia, el vizconde Raoul de Chagny. Ambos jóvenes están profundamente enamorados, pero eso es algo que incomoda intensamente al tutor de Christine, el Ángel de la Música…


El libro ha tenido numerosas adaptaciones al cine y al teatro.

Una de las más famosas es el musical de Andrew Lloyd Webber


Aunando misterio, terror y romance, la novela está escrita a modo de investigación periodística. El autor, Gaston Leroux asume el papel de investigador interesado en los extraños acontecimientos sucedidos hace años en la ópera, de modo que dice reunir diversos datos provenientes de distintos archivos policiales o las memorias de los antiguos directores del edificio, así como entrevistas en primera persona a personajes que participaron en la historia. De esta manera, consigue involucrar más al público haciéndole creer aunque sea por un momento que la historia es completamente real.

Quizás el estilo narrativo no sea el más elegante ni el más cuidado. De hecho siempre me pareció que quedan algunos cabos sueltos (como el caso del imperdible) o aparecen personajes de manera un tanto forzada (como el matador de ratas). Sin embargo, considero que nadie debería morir sin haber disfrutado de esta novela. No es absolutamente perfecta, pero la sensibilidad y capacidad para transmitir emociones de Leroux la hacen una pieza fundamental en la historia de la literatura.

La dulzura e inocencia del alma de Christine, capaz de ver más allá de lo que los ojos ven, de sobreponerse al más grande de los miedos y de sacrificar su propia felicidad por amor y compasión me conmovió profundamente, del mismo modo que la abnegación y buen corazón de El Persa. Los celos de Raoul, aunque en ocasiones difíciles de soportar, lo hacían parecer de lo más tierno y, como él, ¿quién no ha sentido en la oscuridad del dormitorio el miedo de que unos ojos de brasa te observen con no muy buenas intenciones? Reconozco que este sencillo pasaje me hizo pasar una mala noche.

Pero sin duda mi personaje favorito ha sido Erik. Podríamos considerarlo no más que un vulgar criminal, un asesino y extorsionador, un demente acosador que juega con los sentimientos de una muchacha para que renuncie a todo y así poseerla… ¿Por qué es imposible de odiar?

Erik no es un vulgar villano. Es una criatura infeliz que busca desesperadamente una única cosa, algo que le fue cruelmente arrebatado el mismo día en que nació: la capacidad de ser amado. Despreciado por todos por su desagradable apariencia, Erik ha aprendido a desconfiar del resto de seres humanos. Sabe que no puede acercarse a ellos, pues lo rechazan, todos sienten repulsión y asco hacia él. Solo ha podido vivir para sí mismo, nunca ha tenido a nadie más. Y, sin embargo, él no lo ha querido así. Solo aspiraba a tener una vida normal, en la que pudiese amar y ser amado. Por eso, cuando cree poder alcanzar esta felicidad soñada, se obsesiona hasta el punto de enloquecer y no duda en hacer lo que haga falta por conseguir su meta, no importa cuántos tenga que sufrir por ello… Salvo si eso incluye la desgracia de su amada.

Porque Erik, bajo su desagradable apariencia y su superficial maldad, esconde un tierno corazón que solo necesita un poco de cariño y por el que solo podemos sino sentir unas sinceras compasión y piedad.

No puedo terminar sin mencionar la música, gran inspiradora de esta obra. No se trata de un simple elemento decorativo, la música juega un papel esencial en la novela. No solo la mención de insignes obras como Fausto de Charles Gounod, sino más bien lo que la música supone como arte. He disfrutado enormemente las comparaciones entre la Carlotta, una gran diva capaz de interpretar a la perfección las más maravillosas piezas pero incapaz de representar adecuadamente a los personajes, y Christine, sin tanta experiencia pero más capacitada para dar vida a la música. Pues ésta no es solo la combinación de sonidos y silencios, sino también un pedazo del alma del artista.

lunes, 2 de agosto de 2010

Muerte en el Nilo

Desde niña, siempre me gustaron las adivinanzas. De todo tipo, y por eso mi padre siempre me ponía enigmas y juegos de lógica para que los resolviera. Por eso, cuando en una ocasión anunciaron en la televisión el coleccionable de libros de Agatha Christie, pensó que me gustaría y me compró el primer ejemplar. El resto de la colección corrió a mi cargo, y por lo mismo no fui capaz de completarla.

Muerte en el Nilo es quizá el libro más famoso de Agatha Christie. Y sin embargo, no fue el primero que leí, el privilegio lo tuvo el también conocidísimo Asesinato en el Orient Express, que me fascinó con su sorprendente desenlace y me hizo soñar más de una vez con un kimono rojo con estampado de dragones.

Resulta curioso que una señora como Agatha Christie empezara a escribir novelas de misterio y asesinato por puro orgullo. Así es, puesto que la única razón fue que su hermana Madge le dijo, tras escuchar la queja de Agatha sobre una novela de este tipo que había leído; que ella nunca sería incapaz de escribir una novela de asesinatos. Al fin y al cabo, la afición de Agatha era escribir novelas románticas, que nada tenían que ver con eso. ¿Qué podía saber ella?

Sin embargo, en Muerte en el Nilo se demuestra la magnífica forma en la que esta escritora era capaz de hacer que sus personajes hablaran por sí solos, envolviéndote dentro del misterio que se oculta en actividades en principio, triviales. Es una de sus características, ella siempre deja toda la información necesaria para que el lector adivine quién es el asesino, antes de ella, esto no se hacía, sino que los detalles se mantenían en el más oscuro silencio hasta que llegaba la confesión final.

Para mí, leer sus libros es... inspirador. Se trata de un ejercicio para la mente, estar constantemente alerta en busca de detalles que puedan pasarte desapercibidos. Y en muchas ocasiones, necesité tragarme el orgullo para decir: No lo recordaba. No pensé que fuera importante. Pero, ¿quién puede prever los giros argumentales de estos libros? Solo Poirot en los dos libros mencionados y en mucho otros más, es capaz de hacerlo.

Agatha me hizo descubrir que yo podía participar, como un testigo más, de las tramas detectivescas, y no ser una mera espectadora que espera a que alguien haga algo. Todo está ahí, escondido entre las banales conversaciones y las más inocentes actividades de los personajes. Lo único que tiene que confesar más tarde el asesino es el por qué, y no el cómo.

En Muerte en el Nilo, nuestro amigo Poirot nos cuenta cómo sucedieron todos los hechos y quién provocó la muerte mucho antes del final. Casi me enfadé cuando lo hizo. ¿Por qué? Me lo has chafado, maldito detective, ¿qué hago con las 40 páginas restantes? Ah, tienes que esperar. Porque nada termina, el móvil no es tan obvio y ante todo siempre tienes que tener en cuenta que está el que hace y el que deja hacer. Tanto en el amor, como en el asesinato.

Este libro resulta una maravilla especialmente, por la originalidad de sus personajes. Cada cual más pintoresco que el anterior, con secretillos que ocultar, con envidias, recelos y cariño. Curiosamente, lo más vergonzoso para estos personajes no era a quién odiaban, sino a quién querían, en todos ellos. Hasta cierto punto, llega a enternecer.

Otro punto que define mi atracción por esta obra está en el hecho de que se sitúa durante un recorrido por el Nilo. Los que me conocen saben que soy desde niña una egiptómana consumada, y que mi mayor sueño es precisamente viajar a Egipto. Es fácil dejarse llevar por las vagas descripciones en el libro, y especialmente interesante es observar las diferentes reacciones de los protagonistas de esta novela al observarlos.

Podría hablar mucho más, pero me niego a desvelar nada por temor a estropear la novela, aunque reconozco que he olvidado hablar de la trama, que no podría ser más sencilla:

Una muchacha rica, recién casada con un chico de pobre situación económica, se embarca en un crucero por Egipto para celebrar su luna de miel. Desgraciadamente, se encuentran con alguien a quien no esperaban, una muchacha que resulta ser la mejor amiga de la novia... y la ex-prometida del novio.

El sol eclipsa el brillo de la luna con su exuberancia, pero cuando cae al llegar la noche... ah, es hermosa la luna, ¿verdad?
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