miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Silmarillion

Cuando era niña, mi padre me contaba historias de la mitología griega y latina. Algo parecido debía hacer J.R.R. Tolkien con sus hijos, contándoles numerosas historias ambientadas en ese mundo mágico que él fue creando a lo largo de su vida.

¿Quién no ha soñado alguna vez con vivir en un mundo poblado por criaturas parecidas a nosotros, los humanos, pero diferentes a un tiempo? Un mundo lleno de magos, elfos, enanos... y orcos, trasgos y monstruos.

Yo desde luego sí, y cuando mi padre me puso en las manos "El Señor de los Anillos", no me lo pensé dos veces. Pero nunca imaginé que disfrutaría tanto otro de los libros de Tolkien, especialmente cuando siempre escuchaba las mismas críticas sobre él: Es muy largo, muy pesado, demasiados nombres, es fácil perderse, requiere mucho tiempo...

Yo a veces me asustaba, y otras decía: ¿Y qué?

Creo que aún hoy, sigo diciéndolo. El Silmarillion es la recopilación de historias y leyendas de la Tierra Media, y como todo libro de historiografía o mitología está repleto de mil nombres con los que es fácil confundirse.

Es un libro que se ha de leer lentamente, disfrutando de su poesía, de su magia. Tanto de la belleza de la redacción como de las historias en sí mismas. Unas historias que no siempre son alegres, de hecho la gran mayoría acaban en tragedia.

Recuerdo que una amiga mía dijo "es la Biblia de la Tierra Media". Lejos de las connotaciones religiosas de la Biblia, estoy completamente de acuerdo con ella. Como en la Biblia, se nos narra la historia del mundo, desde su creación hasta la profecía de su destrucción. Y a modo de ejemplo gráfico, concluye con el relato de la Akallabêth, la Caída de Númenor.

Principalmente, la historia principal gira entorno a los Silmarils, unas joyas creadas por Fëanor, el elfo más habilidoso de todos los tiempos. Estas joyas, poseedoras de la luz primigenia que originó el Sol y la Luna, poseen a la vez un encanto y una maldición, pues aquel que las posea atraerá la desgracia sobre él y los suyos.

La historia de los Silmarils, una creación élfica, queda ligada así a la historia del mundo, dando a los seres vivos de la Tierra Media y en extensión, de la nuestra, la capacidad de crear y destruir, El poder absoluto del control del mundo, la vida y a muerte. Este poder es el que va moviendo a los diferentes personajes, de una forma u otra, alrededor de las historias que se entrelazan hasta crear un mosaico complicado pero hermoso, y también incompleto.

El mensaje final es esperanzador... a medias. Se llama a los humanos para que usen su poder para cambiar el mundo, y vivir en paz con lo que pueden lograr, pero se deja ver que el destino final ya está escrito y por lo tanto, poco se puede hacer para cambiarlo.

De cualquier modo, quisiera resaltar un detalle que a muchos les parecerá sin importancia pero en el que yo vi el resumen de la razón por la que, hoy, hago esta entrada.

La música.

Es un elemento presente en casi todo el libro, los personajes cantan, a veces por placer, por diversión... por magia. El mundo se creo a partir de un canto, con canciones logró Lúthien conmover a Mandos, recobrando así su vida y la de su marido...

Quizá porque la música aúna belleza, expresión e historias, es por lo que un libro como el Silmarillion, que la tiene tan presente, reúne estas mismas características.

Pero eso sí, si no lo habéis leído, hacedlo después del Señor de los Anillos, y con tranquilidad. O no seréis capaces de entender nada.
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