domingo, 28 de agosto de 2011

Indigno de ser humano

¿Quién es Yozo? Sus compañeros de instituto lo recuerdan como el gracioso de la clase; para su padre fue alguien incapaz de satisfacerlo; para las mujeres con las que compartió parte de su vida, un ángel; para el Osamu Dazai (autor de la obra, aunque en este caso actúa como personaje ficticio) que contempla sus fotografías, “le falta el peso de la sangre, la aspereza de la vida”. Y para Yozo, Yozo es indigno de ser humano, alguien mucho peor (pero también mucho mejor) que el resto de la sociedad.

Yozo se revela a sí mismo como un monstruo que, mientras puede, se oculta bajo la máscara de una sonrisa amable o una fingida inocencia. Incapaz de confiar en  nadie ni en cumplir con las expectativas que sus acomodados progenitores tenían para con él, Yozo no fue capaz de denunciar a las criadas de abusaron de él en su más tierna infancia. Decidió seguir ocultándose bajo su perfecta máscara, una máscara que no dejaba ver sus inquietudes, su desamparo, su miedo… Mientras que secretamente dibuja una y otra vez su horrible autorretrato, cada vez más grotesco, más deforme, más carente de humanidad. Así es cómo se ve él.

Suicida sin vocación, ahogado en alcohol y morfina, solo consigue subsistir gracias al apoyo incondicional que le brindan diferentes mujeres. Ninguna lo consideró un monstruo, culpaban de su situación a su familia la sociedad… pero nunca a Yozo. Aun así no parece que consiguieran salvarlo del círculo de autodestrucción en el que había caído por ser quien decía ser: Un monstruo, indigno de ser humano.

Así es cómo se ve Yozo a sí mismo, según el anime Aoi Bungaku
La lectura de este libro me resultó terriblemente dolorosa. Ni siquiera estoy segura de haber hecho bien leyéndolo. Quizás lo más sabio hubiese sido no hacerlo, pero lo hecho, hecho está.

No podía evitar sentir lástima y compasión por Yozo. No voy a decir que con toda seguridad era el ángel del que sus mujeres nos hablan, pero sí me parece que sufrió demasiado. Y, aunque resulte egocéntrico, no puedo evitar compartir parte de su sufrimiento. En ocasiones sentía que el relato de Yozo mostraba mis propios temores y miedos. Mi inseguridad, mi máscara, mi desconfianza, mi imagen de monstruo, el mejor y el peor de los seres humanos, indigna de ser uno de ellos.

Cierto es que no he pasado por tanto como el protagonista de la novela (a Dios gracias), pero hay puntos en común que ha conseguido que se me hiele la sangre y me han inculcado un horror que ninguna historia de fantasmas ha conseguido causarme jamás. Porque no se trata de un miedo irracional a alguna criatura inexistente, sino el miedo a uno mismo. El tener que enfrentarse al día a día, a tu monstruo interior que se ceba en tu felicidad y tu autoestima.

Es algo que si no se ha vivido, no es fácil de comprender.

Y, paradójicamente, no es muy recomendable que quienes puedan entenderlo pasen sus hora libres regodeándose en un propia desgracia, con una obra de este tipo.

Si bien es la segunda obra más vendida en la historia de Japón, quizás no debiese haberse escrito. Quién sabe.

Osamu Dazai también sufría el peso de la máscara, y fue incapaz de vencer a su monstruo. Tras una vida turbulenta, se suicidó antes de cumplir los 39 años.

¿Me equivoco al pensar que Yozo no es más que el alter ego de Osamu Dazai?
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