domingo, 18 de agosto de 2013

El gran Gatsby

En mi casa no solo somos muy aficionados a la lectura, sino que también nos gusta mucho el cine. Desde que iba al instituto mis padres comenzaron con la creación de una completa filmoteca y el visionado de alguna película se convirtió en la actividad familiar del fin de semana.

Robert Redford caracterizado como Gatsby
Entre esta algarabía de títulos fílmicos hubo muchos que me llamaron la atención, pero pocos me dejaron con el regusto agrio de El gran Gastby (1974). Tenía la impresión de que se me escapaban demasiados elementos, pues no entendía la aparente frivolidad de los personajes retratados. Nueve años más tarde he leído por fin el libro homónimo de F. Scott Fitzgerald, en el que la película se basa, pero la lectura, si bien al enfrentarme a la misma historia con una mayor madurez ha sido esclarecedora, no ha servido de edulcorante.

Jay Gatsby es un joven misterioso y enigmático, poseedor de una gran fortuna de origen incierto y autor de las más desenfrenadas fiestas de la Long Island de los años 20. El motivo de estas fiestas no es otro que el de atraer a Daisy Buchanan, una atractiva y chispeante joven de buena familia, casada con el infiel pero millonario Tom Buchanan, con la que mantuvo un romance cinco años atrás y a la que no puede olvidar. 

Daisy (Mia Farrow) y Gatsby

El gran Gatsby es la decadente historia del fracaso del sueño americano. Gatsby podría considerarse el arquetipo de hombre hecho a sí mismo, un joven de origen humilde que con poco más de treinta años ha montado un imperio, todo con el único propósito de ofrecerle a Daisy lo que no pudo ofrecerle cinco años antes. Los celos, la frivolidad y una avaricia insaciable por parte de quienes lo rodean empujan al luchador Gatsby hacia un dramático final.

Nick, Tom y Gatsby
La novela es una agria crítica a la sociedad de la conocida como Era del Jazz y al desenfreno anterior al Crack del 29. Destaca la oposición entre los ricos asentados, que por su linaje familiar se merecen el respeto de la sociedad, y los nuevos ricos de origen más humilde que son víctimas de habladurías y calumnias acerca de cómo consiguieron su capital (como ocurre con Gatsby); y la oposición de las clases acomodadas, que viven por todo lo alto sin necesidad de trabajar, con respecto a la clase trabajadora, que no puede permitirse faltar un solo día al trabajo (como el complaciente aunque íntegro Nick Carraway, narrador de la novela y uno de los pocos amigos de Gatsby).

Gente enamorada de sí misma y su dinero, sin más propósito en la vida que el de guardarse las espaldas y deleitarse en su apatía y seguridad, queriendo abarcar más de lo que pueden, sin preocuparse en las vidas que destruyen en su paso aplastante y desenfrenado por el mundo.

Pero el sueño de riqueza y belleza es frágil, especialmente para aquellos demasiado nobles como para aplastar a sus contrincantes. El tiempo no puede volver atrás, como la vejez no puede tornarse en juventud. Los accidentes no pueden evitarse, hay que despertar de todo sueño. Y un corazón corrompido por el dinero no puede resarcirse.

Reparto de la película homónima estrenada este año

Para quien no haya leído aún esta obra maestra, en la que el talento literario de F. Scott Fiztgerald se disfruta en cada página, recomendaría que, siempre que les sea posible, intenten hacerse con una buena edición, aunque vaya a salirle económicamente más caro. Algunas ediciones, como la de Debolsillo, tienen la ventaja de permitir al lector ahorrarse unas monedas, pero para ello se valen de traducciones antiguas, en la que los traductores profesionales no existían como tales y que, incluso hoy en día, siguen sin estar revisadas. Una pena.
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