miércoles, 9 de octubre de 2013

El papel amarillo

El primer relato que presentamos en este especial de Halloween es, para mí, uno de los relatos más terroríficos que nunca he leído.


El papel de pared amarillo llegó a mí de una forma curiosa. Durante mi estancia en Graz me matriculé en una asignatura en la que no tenía la más mínima esperanza de entrar, ya que admitían a un número muy limitado de alumnos a los que se pedía muchos requisitos, especialmente a nivel de estudios literarios. Desgraciadamente, yo no tenía ese requisito, pero a pesar de todo la profesora decidió tras el primer día que me aceptaría en clase. La clase de "El terror y lo grotesco en la literatura estadounidense".

Muchas historias leímos y analizamos en aquella clase, pero ninguna como la que Charlotte Perkins Gilman nos ofrece. Ni siquiera fue concebida como una historia de terror, sino como una "liberación" de la autora de ciertas vivencias propias, muy comunes a finales del siglo XIX, momento en el que se sitúa esta historia corta.

El relato es como una especie de diario en el que la narradora, que jamás nos revela su nombre, va comentando su día a día. Nos enteramos de que ha tenido un hijo y sufre de depresión post-parto, por lo que le recomiendan reposo absoluto. Esto incluye descansar también de cualquier actividad artística como pintar, escribir, etc. Su esposo se traslada con ella a una mansión colonial donde ella habrá de dormir en el ático, en una habitación que detesta especialmente por el horroroso papel de pared de color amarillo con unos estampados grotescos. A pesar de la prohibición del médico, ella escribe su "diario", el relato que leemos, cuando él no está en casa. Gracias a ello somos testigos de cómo el confinamiento y la inactividad va haciendo mella en su ya delicada mente, haciendo que visualice a una mujer encerrada tras el papel amarillo, reflejo de sí misma.

Esta obra está sujeta a diferentes interpretaciones. Muchos la consideran una obra feminista, ya que reivindica la autonomía de la mujer y su derecho y necesidad de mantener un trabajo, de no vivir encerrada en casa como solía ser lo común en aquel entonces. Charlotte lo veía como una mera queja a la terapia que le recetaron cuando ella misma sufrió de depresión post-parto y que resultó a todas luces contraproducente para su salud. Otros, como yo, lo consideramos como una historia de terror doméstico, pues cualquiera puede caer preso de una depresión hoy en día.

Sinceramente, al leerlo al principio pensaba que era aburrido, los personajes no están perfilados con profundidad ni se le da especial importancia a prácticamente nada de lo que ocurre, pero en un par de párrafos me sentí fascinada y horrorizada a partes iguales. La desgana y falta total de autoestima que vive la narradora nos llega directamente a través de su escrito, el modo en el que se siente inconscientemente atrapada y ninguneada por su esposo, su frustración por no poder sentirse realizada... es algo a lo que todos tenemos miedo, en mayor o menos medida. Nadie quiere sentirse así, y aquí nos muestran las consecuencias tan terribles que puede tener si llevamos este caso al límite.

Coincido con el estudioso Alan Ryan cuando decía que este cuento "puede ser considerado como una historia de fantasmas, o peor aún, podemos considerar que no lo es".

Estoy segura de que los que lo lean, lo comprenderán.

Este relato inspiró varias obras a la fotógrafa Francesca Woodman

2 comentarios:

  1. Al igual que con "Berenice", he optado por leer esta historia para formarme una opinión. Y a medida que he ido leyendo, te juro que he notado la restricción de la protagonista como sensaciones físicas. Primero, como si me atasen una cuerda muy gruesa alrededor del torso, con tanta fuerza, que me costase respirar (preferí no pensar en los corsés que se llevaban en la época, porque entonces es que ya me ahogaba del todo). Al mismo tiempo, me pesaban las manos como si llevase grilletes. Además, sentía una rabia tremenda al ver que el marido se limita a darle palmaditas en la cabeza a la mujer, como si fuera una niña pequeña, y ni la deja expresarse ni se molesta en escucharla, porque también sentí una mordaza invisible en la boca.

    En resumen, que me sentía inutilizada y muda, y que esta historia me ha dejado una huella que tardará en borrarse. La frase de Alan Ryan es una definición que le viene al pelo a esta historia.

    ResponderEliminar
  2. No deja de ser curioso que te hayas sentido así, ya que en parte esa era la denuncia que Perkins Gilman hacía en este relato: la situación de indefensión de la mujer ante ciertos aspectos de la vida. La autora era una mujer luchadora que optó por dar un puñetazo sobre la mesa y decir "no". Por esta razón no tuvo miedo de divorciarse y trabajar a pesar de los consejos del médico, que habían demostrado ser no solo inútiles sino contraproducentes.

    Quizá el verdadero mensaje, más allá de feminismos y terrores, es que debemos ser objetivos y analizar la situación a pesar de los consejos de otros que, por buenos, no siempre tienen por qué ser correctos. Por mucho que nos quieran y deseen protegernos.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...