Para fecha tan especial como esta, no podemos sino hablar de
una obra mucho más extensa que las historias cortas que han formado parte de
este segundo especial. El motivo principal por el que lo reseñamos ahora es
porque la historia arranca precisamente en la noche de Samhein, más conocida
como Halloween. Nos referimos a la saga El Ciclo de la Luna Roja, del español
José Antonio Cotrina.
Tras acompañar a su hermanita a pedir caramelos durante el
Halloween, Héctor se marcha a la cama, para despertarse poco después y ver a un
hombrecillo con una pipa que le habla de un mágico lugar: Rocavarancolia. Le
asegura pertenecer a dicho mundo y le ofrece vivir allí durante un año, para
explotar ciertos poderes ocultos. El contrato se firma, pero no el hombrecillo
no ha dicho toda la verdad. Rocavarancolia es un lugar hostil donde Héctor y
otros once muchachos tendrán que luchar por su supervivencia sin saber
realmente la razón de esta terrible prueba.
Salta a la vista que estamos ante una saga de novelas
juveniles en las que se mezclan magia y supervivencia, algo tan en boga en los
últimos años. Sin embargo, algo que la diferencia de la gran mayoría de libros
de este estilo es la carencia de un “momento pizarra” en el que se explica al
lector los antecedentes de la historia y qué es lo que se espera del
protagonista en función a ello. Como consecuencia, el lector y los personajes
se ven obligados a ir reuniendo información e ir elaborando teorías que irán
confirmando o desechando.
Reconocemos que el primer libro de la trilogía, La Cosecha
de Samhein, es un poco flojo, no tanto en calidad de escritura como en lo referente a contenido y acción. Se centra sobre todo en presentar a los personajes, así como el ambiente en el que se van a desenvolver, para que así pueda apreciarse mejor cómo evolucionan en los dos libros siguientes: Los Hijos de las Tinieblas y La Sombra de la Luna (*). Por ejemplo, Violeta tenía la sensación, al leer el primer tomo
poco a poco, de que no pasaba nada de interés hasta ya los últimos capítulos. Sin
embargo, Estefanía se lo pudo leer de una sentada durante un largo viaje en autobús,
con lo que no tuvo este problema.
No solo se ofrece el punto de vista de Héctor, sino también
el de las criaturas, mejores y peores, que viven en Rocavarancolia, cada una con
sus propios intereses y problemas, al margen de la tragedia del grupo
protagonista. De estos niños, nos llamó enormemente la atención lo elaborados
que están. Son personajes muy redondos, que, si bien al presentarlos se hacen
muy arquetípicos, poco a poco van demostrando que ninguno encaja en un canon
concreto que domine todo su carácter. La evolución de algunos de ellos es tan
grande que al final cuesta reconocer a los niños que llegaron a aquel mundo
inhóspito.
Al igual que los personajes, el mundo mágico de
Rocavarancolia está muy desarrollado. El autor nos adentra bastante en su atmósfera
terrible y despiadada, mostrando gran parte de su historia, fauna y habitantes
(confundiéndose los dos últimos con bastante frecuencia). Se nota la influencia
de ciertas obras y mitos, aunque convertidos en algo totalmente distinto,
gracias a la imaginación desbordante de Cotrina.
Como no podía ser de otra forma, la trilogía elegida para
este especial destaca también por su dureza. La muerte y el dolor se muestran
muy explícitos desde casi el primer momento. A Cotrina no le tiembla la mano a
la hora de matar o lastimar a alguno de sus personajes, aunque no hace de ello
un recurso fácil, pues siempre parece haber una justificación para ello. Todo parece
obedecer a una especie de “plan divino”: Cotrina debía tener pensado desde el
principio cada detalle, cosa que se nota especialmente en el último libro.
¿Alguna vez habéis soñado con un hombrecillo que os
hombrecillo que os ofrece un viaje fantástico?
(*) No estamos de acuerdo la grafía utilizada en los títulos de estos libros. En español, los títulos de los libros solo deberían llevar mayúscula en la primera palabra, a no ser que aparezcan nombres propios, que no es el caso. Nos duelen en el literario corazoncito estas extranjerizaciones absurdas.