jueves, 23 de julio de 2015

¡Cinco años!

Quién lo diría, pero nuestro blog tiene ya ni más ni menos que cinco añitos.

Hoy se cumple un lustro de la primera crítica, El retrato de Dorian Gray, que, con tanta ilusión, dio inicio a nuestra aventura literaria por los mares de Internet. Pronto se sumaron muchas otras reseñas y, sin danos cuenta, ya hemos pasado cincuentena.

Empezamos queriendo hablar de nuestros libros favoritos, ya fueran aquellos que nos dejaron huella, como El Silmarillion, El ponche de los deseos, o Peter Pan, o ya siendo algo (aunque tampoco mucho) más maduras, con historias como Fahrenheit 451El gran Gatsby, o El joven Goodman Brown
en nuestra primera juventud, como

Poco a poco, fuimos incluyendo aquellos descubrimientos más sorprendentes para nosotras (Percy Jackson, El Ciclo de la Luna Roja y El océano al final del camino son un buen ejemplo de esto) y, aunque creo que no podemos evitar disimular cuáles son nuestros géneros favoritos, intentamos introducir el mayor número de ellos, siempre que encontremos obras que sean dignas de mención (cosa que, por suerte, tampoco es muy difícil), de ahí que tengamos un catálogo tan dispar (mezclando El asno de oro con La leyenda de una casa solariega, o La máquina del tiempo con País de nieve) y que, por otra parte, nos encanta que así sea.

Pronto tuvimos que introducir algo más que reseñas y comenzar a "premiar" a las obras más impactantes del años con nuestros Premios Koreander, de los que ya llevamos tres ediciones; así como un ciclo anual de recomendaciones terroríficas con los especiales de Halloween de nuestro Mes del Terror que llevamos celebrando desde hace dos octubres. Más recientemente, hemos comenzado a escribir sobre impresiones y anécdotas sobre el mundo literario en un sentido más general. Se sale un poco de la línea que habíamos llevado hasta ahora, pero es algo que sentíamos que teníamos que incluir.

Aunque tampoco hemos podido resistirnos a mencionar alguna que otra decepción (La emperatriz de los Etéreos, El resplandor, o Los Juegos del Hambre), en parte porque necesitábamos compartirlo, en parte también porque vemos necesario que haya de todo para no caer en la monotonía o pecar de "buenas", intentamos no caer en la crítica fácil y hacerlo, si bien desde nuestro punto de vista, aportando algo más que un compendio de quejas, partiendo siempre desde el respeto. O, al menos, es lo que intentamos. 

Y, por supuesto, todos vuestros comentarios y críticas (ya sea hacia los libros o hacia nuestras propias reseñas) han sido y son bienvenidos. ¿Qué es de un blog sin sus lectores y comentaristas? Todos sois parte de Koreander en Bibliópolis ;)

Todo esto, y mucho más, ha pasado desde que, hace cinco años, dos universitarias aburridas comenzasen a escribir en un blog de nombre extraño, pero con mucho significado para ellas. ¡Deseadnos que nos Hombre Grises no nos roben tiempo y podamos seguir, aunque sea, cinco años más!

Y, aunque aquí no hay ningún James, con esta tarta-libro al estilo Ende, nos despedimos.

¡Hasta la próxima entrada, librillos!

lunes, 13 de julio de 2015

Battle Royale

¿Y si os despertarais, junto con vuestros compañeros de clase, en una solitaria isla, rodeada por el ejército, donde un agente del gobierno os explica que formáis parte de un experimento y que debéis mataros hasta que solo quede uno o, de lo contrario, todos seréis irremediablemente eliminados?

Esta es la situación que Koushun Takami nos presenta en su novela Battle Royale, de la que prácticamente todas las hoy en día muy populares entre los adolescentes distopías de supervivencia beben de una u otra manera.  Al igual que estas, Battle Royale es un libro protagonizado por adolescentes y enfocado hacia el público juvenil, si bien su crudeza y trasfondo filosófico son cosas que no he visto reflejadas en ningún otro.

Imagen de la película en la que se muestra a una ganadora anterior.

Según tengo entendido, Takami asegura que ideó a sus personajes de forma que pareciesen cortados por el mismo patrón, de forma que tengas muchos aspectos comunes y se distingan cuando llegue la hora de actuar, de ahí que resulten estáticos. A pesar de esta justificación, los personajes me parecieron excesivamente arquetípicos y planos, cada uno cumpliendo con alguno de los clásicos estándares de la ficción juvenil japonesa, tal y como puede apreciarse en sinnúmero de manganimes enfocados al público adolescente.

Sin embargo, hay que recordar que estamos hablando de cuarenta y dos participantes en el Battle Royale (nombre que recibe el juego-experimento al que someten a los estudiantes). Entiendo que es imposible dar a conocer a todos en profundidad, por lo que el autor haya preferido dar a conocer brevemente la historia de todos ellos, en lugar de recrearse en unas pocas y dejar a los demás chicos como parte del decorado.

Los cuarenta y dos participantes, según la adaptación al manga

Esto es, curiosamente, uno de sus puntos fuertes: Los jugadores no son figuras borrosas, desdibujadas y sin nombre. Conocemos, aunque sea vagamente, cuáles eran sus inquietudes, sus motivaciones. Cada uno reacciona de manera distinta ante la situación (miedo, aceptación, rabia, negación…). No hay que olvidar que los jugadores son conocidos, muchos de ellos amigos. Es interesante cómo Takami los enfrenta a esta situación, podiendo a prueba los miedos y lealtades de los chicos. Es fácil empatizar con la mayoría de ellos. Por eso, cada vez que alguien sale del juego, este se nos hace cada vez más duro a nosotros también. ¿Hasta dónde puede llegar la amistad y la confianza cuando nuestras vidas dependen de ello?

Con todo, apreciar alguna evolución en los personajes con más protagonismo hubiera sido deseable. O, cuanto menos, que no resultasen tan repelentemente perfectos.

El world-building se me hace bastante pobre. Si bien hubiera agradecido que se adentrase un poco más en la situación social o se explicasen mejor los hechos que han llevado a Japón a una situación semejante, entiendo que está contado desde el punto de vista de unos adolescentes. ¿Cuánto saben los quinceañeros del mundo en el que viven?

Mapa de la isla

En cuanto al estilo, podría haber sido mejor. Me ha parecido que el fondo era demasiado grande para la forma y, posiblemente, otras manos podrían haber desarrollado mejor el mundo que nos muestra. Aun así, es suficiente como para que se deje leer sin problemas, y la continua introducción de personajes evita que el interés decaiga.


Terminando ya, solo me queda decir que, si bien tiene varios puntos flojos, es una novela interesante e imprescindible para aquellos que disfruten con las historias de supervivencia, además de una muy buena introducción para los más jóvenes en el mundo de las distopías. Eso sí, los más sensibles deberán abstenerse. 

sábado, 11 de julio de 2015

Tesoros ajados

Ejemplo de tesoro ajado
En primer lugar, quisiera pediros disculpas por el abandono absoluto en el que he tenido sometido el blog. Me gustaría decir que no volverá a pasar, pero como nunca se sabe qué nos espera a cada uno por ahora me limitaré a prometer que he vuelto cargada de ideas para el Koreander.

Algunas son reseñas, como ya sabéis, pero otras... no. Ya os advertimos de que introduciríamos nuevos elementos... y aquí viene uno. Lo advierto, al igual que nuestras reseñas, mis opiniones no son de lo más convencionales. Parecerá extraño que ponga la venda antes de la herida, pero quizá lo entendáis cuando leáis lo que sigue.

Como asidua de las redes sociales que soy, no resulta raro que en Facebook forme parte de varios grupos de aficionados a la lectura. El otro día, uno de los usuarios se atrevió a formular una pregunta que inevitablemente le acarrearía los odios de (casi) todos los miembros del grupo. Bueno, quizá no tanto, pero cerquita estuvo.

"¿Vosotros también pintáis, subrayáis y dobláis algunas hojas de vuestros libros como yo?"

Me pregunto si fue la inocencia o el deseo de abrir debate lo que empujó al muchacho a escribir esta pregunta, pero el resultado fue el esperado... y más.

Prácticamente todos dejaron muy claro que tratan sus libros con extremo cuidado, sin tocarlo ni permitir que nada deje marca en ellos. Lo que me llamó la atención fue que, dentro de cierta educación, las respuestas no estaban exentas de desprecio. Ya el hecho de decir que no, pues ellos tratan sus libros con "extremo cuidado" deja fuera al que pregunta, dando por hecho que no se puede escribir en un libro y cuidarlo a la vez.

Personalmente no suelo escribir en los libros y solía ser muy cuidadosa con ellos. Cuando mis libros se hacían "viejos" los sustituía por nuevas versiones de los mismos. Eso de que se les cayeran las páginas por el uso continuado no me gustaba en absoluto, parecía que no me importaran y que los había maltratado. No, en absoluto quería que nadie lo viera y pensase eso de mí.

En una ocasión, una amiga me dejó una copia de Harry Potter y el cáliz de fuego y en un descuido, mi hermano pintó una única línea negra en una hoja. Esa línea no entorpecía la lectura, pero era un libro pintado y tuve que comprarle uno nuevo a mi amiga. En consecuencia, ya que tenía uno, decidí comprarme la saga entera.

Aquí está el susodicho Paradise Lost
Hoy en día... sí, quizá lo hiciera. Seguramente, sabiendo la actitud de la gente hacia los libros, volvería a comprarles uno nuevo, pero si a alguien le ocurriera con un libro mío, no me importaría. Antes no era así, desde luego. No sabría decir cuándo cambié de opinión, quizá cuando pedí un libro de segunda mano a Amazon para la universidad y llegó con muchas páginas escritas y subrayadas. Al principio me enfadé pero ya en clase descubrí que esas anotaciones me ayudaban a entender la lectura y además introducía en mí ideas y una visión de la historia que yo jamás hubiera tenido por mí misma.

¿No os parece fascinante la idea de leer un libro por ti misma y, a la vez, leer un libro desde los ojos de otra persona por cuyas manos ha pasado ese libro antes? Añade mucho más a la historia en sí misma. Ojo, el libro no era cualquier cosa. Nada menos que El Paraíso perdido de John Milton. Es sumamente complicado y me alegró contar con más de una visión sobre las ideas que en él se exponen.

Desde entonces, en mis libros favoritos, voy añadiendo señaladores de frases o párrafos que me han marcado o incluso post-its con ideas y reflexiones sobre diferentes momentos de una historia. Tengo muy mala memoria incluso para mis más geniales ideas que, reconozcámoslo, no son tantas... así que más me vale no olvidarlas. Las escribiría directamente en los libros pero me gusta prestarlos y sé que no le es agradable a todo el mundo.

Puedo entender que a la gente no le guste doblar páginas, a mí tampoco. O que no les guste escribir en ellos. Pero había personas en aquel grupo que presumían de forrar todos sus libros como hacían con los de texto del colegio. Algunos afirmaban que no consentían ni que se los firmara el autor.

La razón es la de siempre "un libro es un tesoro". ¿Estáis de acuerdo con eso? ¿En serio?

Yo no.

Por muchas razones, pero principalmente porque creo que tendemos a confundir conceptos en esta sociedad nuestra tan apegada a las cosas materiales. Un libro no es un tesoro, para nada, ni el de Belén Esteban ni el de John Milton.

Un libro es el cofre que encierra el tesoro.

Tendemos a creer que ese formato es un tesoro, pero no, esas páginas no son importantes. Ese lomo puede estar arrugadísimo y da igual, es lo mismo que uno nuevo e impoluto. Lo importante, el verdadero tesoro, el oro está en las ideas que se han plasmado en ellos. Las emociones, reflexiones e historias que han sido impresas y que lo mismo da si las memorizamos que si las cantamos o si las grabamos en una tabla de madera mohosa. Eso es lo importante y el mensaje es el mismo en uno que en otro.

Cada vez que veo una colección de libros inmaculados, me da mala sensación. ¿Es que nadie ha leído esos libros? Recuerdo a una amiga que no se llegó a leer un libro por miedo a arrugar el lomo, optó por pedirlo en la biblioteca porque ese, claro, daba igual. No era su libro. Se leyó la historia pero su libro sigue ahí, sin que nadie lo toque más que para quitarle el polvo de encima. Es triste pensar en lo solo que está. Es un fracaso absoluto, nadie abrirá esas páginas, nadie las leerá ni desarrollará ideas o elucubrará sobre lo que pasará. nadie pondrá horas de emoción en él.

Yo tengo un ejemplar de obras de teatro de Racine sobre las que cayó una lata de coca-cola zero. Ese libro estuvo secándose días frente a la ventana para que se evaporara todo. Conserva ese tono oscurillo y una ondulación muy característica en sus páginas que detesté rápidamente... y que ahora adoro. Porque recuerdo cómo y por qué pasó. Ahora podría distinguir mi ejemplar entre mil de la misma edición. Recuerdo las horas leyendo a Fedra al sol de Jerez mientras esperaba un autobús y el susto que hizo que se derramara la coca-cola sobre él.

El Silmarillion y todo Tolkien, vaya.
Tengo libros en mi estantería que no he tocado y se nota. Pero todo el mundo sabe que El Silmarillion me lo he releído mil veces por el desgaste de la sobrecubierta.

No sabría expresarlo, pero entre mi libro empapado pero lleno de historia y un libro muerto y perfecto sé perfectamente lo que escojo.

Mil veces prefiero mis libros, mis tesoros ajados.

¿Y vosotros? ¿Tenéis a vuestros libros en un altar o cargan marcas de vuestra historia en común? Contadme cuáles tienen más señales de vuestro amor ahí abajo.
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