sábado, 25 de febrero de 2017

Un mundo feliz

¿Quién no querría vivir en un mundo racional y científico, exento de supersticiones y misticismos? Un mundo en el que el sexo no es un tabú, donde todos sus habitantes viven de un modo completamente feliz y despreocupado. Un mundo en el que te lucras de tus propios talentos y los niños no necesitan hacer deberes para adquirir conocimientos.

Un mundo feliz.

Esta es la novela de Aldous Huxley, que nos presenta un futuro en el que la tecnología y la ciencia han triunfado en la vida diaria y marcan el ritmo de la misma. Todo está perfectamente medido y clasificado, incluía la sociedad, diseñada desde el estado embrionario y dividida en castas según las capacidades de cada grupo de individuos.



En este mundo perfecto, Bernard Marx, un miembro de la élite, no es feliz. Él, como muchos otros, atribuye esta particularidad a un error cometido durante su gestación por parte de una enfermera desatenta, motivo por el cual no se siente integrado entre sus propios compañeros y no se atreve a confesarle sus deseos a Lenina, a pesar de ser de una casta inferior a la suya. Gracias a un permiso especial, Bernard y Lenina una reserva de salvajes. Allí conocen a John, rechazado por los propios miembros de su tribu por ser hijo de una mujer civilizada, algo prácticamente imposible teniendo en cuenta el cuidado que estas ponen en evitar embarazos. Maravillados, deciden presentar a John ante la sociedad.


En este libro, Huxley denuncia ciertos comportamientos liberales que observaba en su época y que temía que condujeran a una pérdida de moral y del sentido de la propia existencia, lo que en su opinión desembocaría en una felicidad falsa y artificial, que a su vez desaparece en el mismo momento en el individuo comienza a cuestionarse tu propia percepción de la realidad. Si queremos poder vivir carentes de preocupaciones y responsabilidades, debemos dejarlas en manos de otros, a merced de cualquier equivocación que pudieran cometer y sin poder hacer nada por evitarlo. De este modo, la felicidad implica la pérdida absoluta de la libertad, limitándonos a vivir como meros engranajes de una máquina más importante que nosotros mismos.


Este mundo feliz nos enseña que todo tiene un precio:
Quizá podamos dar de lado las supersticiones y misticismos, pero en consecuencia idolatramos al mayor exponente del capitalismo y la producción en masa, Henry Ford.
Quizá el sexo deje de ser tabú, pero solo funciona como una distracción carente de emociones, donde los propios niños son animados a jugar manteniendo relaciones sexuales entre ellos.
Quizá estos niños vivan exentos de pasar su tiempo haciendo deberes, pero esto se consigue a través del aprendizaje durante el sueño, que introduce ideas con las que manipulan sus mentes durante el momento de mayor indefensión.
Quizá deje de haber penalidades y lamentaciones, pero a cambio rechazas tu libre albedrío y vives a merced de una droga que aniquila tu capacidad crítica.

El estilo del autor no me impresionó especialmente, pero tampoco terminó de desagradarme. Se trata de una escritura simple, casi aséptica, en la que narran los hechos tal cuales son, sin emociones ni impresiones sobre los personajes y sus actos. Tal vez Aldous Huxley pretendía de este modo enfatizar el tipo de sociedad que estaba describiendo... o tal vez simplemente sea su estilo personal. En cualquier caso me gustaría leer otra de sus obras para poder contrastarla.

La lectura de este libro fue bastante incómoda. La representación de la realidad que nos quiere mostrar Huxley es demasiado chocante, dado que eleva a su máxima potencia comportamientos humanos reprochables en nuestra vida diaria que, sin embargo, aceptamos.
Actualmente se celebra como rebeldía y como formar parte de un mundo nuevo y más libre.

martes, 21 de febrero de 2017

¡De vuelta!

¡Sí, señores! ¡No es un espejismo! ¡Lo están viendo con sus propios ojos!

¡Hemos vuelto!

2016 ha sido un año de lo más turbulento por motivos diversos y variopintos (entre los que se encuentra vivir cinco meses en una habitación compartida en casa de unos hippies, monten su película) que no nos permitieron a ninguna de nosotras que pudiéramos dedicar al blog (y a otras cosas) el tiempo que nos hubiese gustado, con lo que, finalmente y sin darnos cuenta, quedó apartado.

Pero nuevos vientos soplan en 2017, que promete ser más tranquilo para, al menos, publicar una o dos cosillas al mes, así como permitirnos volver a pasarnos con cierta regularidad por nuestros blogs favoritos (si es que alguno queda).

Como se podrá observar, hemos aprovechado el retorno para darle una nueva imagen a nuestro blog. Si bien el nuevo diseño empezó a fraguarse antes del verano, como a finales de agosto es cuando empezó lo bueno de verdad, se tuvo que posponer. Así que ahora anunciamos vuelta, nueva imagen (aunque aún queda por añadir un par de cosillas) y nuevas secciones que ya se irán viendo.

¡Aquí estamos!

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